domingo, 30 de diciembre de 2007

Experencia Juanramoniana



- Y anoche, ¿dónde estabas…?

- Después de leer los versos

noté que él me miraba.

- Y antes, ¿Dónde estabas?

- Hallé entre las palabras

aquella que sostenía

más dulce, su esquivo

corazón de estambre.

Pero luego sentí

como sutil y placentera traición,

cómo llegó a clavarse,

hasta notar la mano, su suave

y ardiente espada en mi

desnudo costado al viento.

Quise entonces moverme, hasta que

el último dolor de mis entrañas

tocara su deliciosa y afilada punta

de plata, y recorrer así una eterna agonía

en compañía de mi soledad clavada.


Enrique Adrados Salzburg 4/12/2005

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