A ti, que andabas suelto por los balcones,
corriendo siempre tras los ratonesde mis zapatos.
- ¡Oida Voda,
que no te metas en los tomates
ni en la albahaca!
- ¡Oida Voda,
no me despiertes con tus besitos
cada mañana.
A ti.
Me recibías cada visita ya en la escalera
Y me alegrabas con los saltitos
Y con tus juegos la tarde entera.
- ¡Estate quieto, no me molestes!
¡Vete de aquí! ¡Raus!
¡Raus!
¡Que no me brinques, que no me corras!
- Ahora me escondo en un calcetín ¡Miau!
¡Miau!
Ingenuo enano con rabo rojo y el pelo cano,
dientes de leche, carita china
merodeando por la cocina. ¡Cuántas veces
te dijeron!:
- ¡Ay! Monchito, pórtate bien que te voy a regalar.
¡Ay! Gatito, qué penita, ya no te puedo cuidar.
A ti, gato travieso.
Ya no desarmas las cosas,
y no cazas abejitas ni persigues mariposas.
Ahora estás tranquilito.
- ¡Oida Voda!,
que te han matado, lindo gatito,
¡qué mala suerte!
¡Oida Voda!,
que te me has ido con el verano
ya para siempre.
A ti, testigo último de confesiones…
y no es su cama ni en sus canciones,
quiero decirte:
Con el verano nos fuimos
¡Maldita sea! ¡Confiésalo!
Sin molestias queda ella
Y sin su amor quedo yo
Enrique Adrados Maestre, Salzburg, 23 de agosto de 2004
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