domingo, 30 de diciembre de 2007

....Y cuando te quedes dormida



…Y cuando te quedes dormida,
explícame, en tus silencios, profundos
de melodías, aquella que te desnuda.
Desgránala nota a nota, viento a viento,
Clima a clima y hazla apasionante tuya.
Acércala a estas manos abiertas y suaves
Y entrégala toda, que yo la tomaré ingenuo,
Pero el vigor será presente.


Enrique Adrados Maestre. Madrid, 2005

¡Denegada!


Dos formas de expresión hallo para estos versos:

Hoy me encuentro denegado para insistir,

hoy me levanto rechazado,

mejor me acuesto.

Hoy me niegan lo que soy

sin yo haberme conocido.

Hoy me encuentro denegado para el triunfo

y para el fracaso.

Hoy la esperanza del pájaro se agota,

hoy la belleza se aleja de mi.


O bien:


¡Hipócritas banqueros ajenos a los sueños!

¡Malversadores del sonido de la primavera!

¡Ignorantes del patrimonio de las almas!

¡Perdedores del testimonio de mi conciencia!


¡Clones pervertidos con corbata!

¡Negadores omniscientes del pecado!

¡Moradores del Olimpo del engaño!

¡Desleales teóricos del Parnaso!


¡Trepadores a costa de quien sea!

¡Muñecos parlanchines con “reaños”!

¡Ciegos por naturaleza humana!

¡Sordos del dolor del aquejado!


¡Religiosos con sotana hecha a medida!

¡Pirómanos rodeados de papel!

¡Magos con chistera en los bolsillos!

¡Firmantes desprovistos del pincel!


¡Aspirantes a gurús de vuestras sectas!

¡Enemigos de los sabios milenarios!

¡Tristezas en vuestras caras de mecenas!

¡Calaña con gomina y guantes blancos!


Enrique Adrados Salzburg, 1/10/2005


Recuerdo



( a mi abuelo)

Recuerdos de otros tiempos

que fuisteis míos,

hoy son recuerdos…


Madera vieja, techos altos

encalados,

azoteas soleadas y herramientas de

orfebre con herrumbre.


Casa familiar de antaño, del pueblo

con casas blancas y bajas.


Pan, leche fresca desde el umbral.

La penumbra y aliento frío en la garganta

de habitaciones sin puertas.


Y en el salón oscuro, la vieja toda enlutada

sentada en la mecedora.


Su reloj se había parado, sólo un susurro al hablar

y las profundas arrugas de la cara.


-¡anda a jugar al taller!


Taller familiar con olor a pino que se

moría en el olvido.

Para mi, todo un mundo a descubrir.

Pajarillos enjaulados y virutas en el suelo

de un ataúd que pudieron ser. Y la escalera

de piedra enmohecida que nunca supe a qué conducía.


Yo quería reencarnarme en ese hombre y

sentirme parte de mi imaginación.

Porque yo siempre estaba solo, ¿solo?

Era un niño igual que yo el que me acompañaba en mi silencio

vivido que encerraba aquella casa. Es el hombre mismo

hecho conmigo “el que camina a mi lado sin yo verlo”


Enrique Adrados Maestre. Salzburg, 21 de octubre de 2005

Experencia Juanramoniana



- Y anoche, ¿dónde estabas…?

- Después de leer los versos

noté que él me miraba.

- Y antes, ¿Dónde estabas?

- Hallé entre las palabras

aquella que sostenía

más dulce, su esquivo

corazón de estambre.

Pero luego sentí

como sutil y placentera traición,

cómo llegó a clavarse,

hasta notar la mano, su suave

y ardiente espada en mi

desnudo costado al viento.

Quise entonces moverme, hasta que

el último dolor de mis entrañas

tocara su deliciosa y afilada punta

de plata, y recorrer así una eterna agonía

en compañía de mi soledad clavada.


Enrique Adrados Salzburg 4/12/2005

Elegía


A Juan Diego Aguilera Gómez



( A esta tarde triste y fría

no quisiera haber llegado.

A este dolor en el pecho

que me aprieta y que me amarga…

A este silencioso cuarto)


Solamente palabras me acompañan,

solamente recuerdos me alimentan.

Me hundo en este lecho donde escribo

lo que nunca debía haber sido…

lo que siempre se espera muy lejano.

¿Cómo se huye de estas lágrimas vanas?

¿Cómo curar tus heridas abiertas

que me queman el alma, que me queman?

¡Solamente palabras me acompañan!

¡Solamente el recuerdo me alimenta!

Increpo el sacrificio y tu coraje

y a los celos que hoy la vida te reprocha.

¡Devuélveme la música de tus manos!

Quiero oírte cantar de nuevo al viento

desenterrando nuestros sueños que hoy me apenan,

desmembrando tu tesoro en mis entrañas.

Tengo fuego en la garganta que te grita

con la pasión suprema de un hermano.

He de sufrir tu muerte en este día

Y clamo desde el silencio por tu nombre



Enrique Adrados Maestre Madrid, 2 de noviembre de 2004

ELEGÍA AL PERRO DE UN AMIGO


A Unay Robles Febrer


A ti, Arán, a tan noble perro,
A ti, que al invocarte Eco hace honores
En tan blanco valle, valle inmenso.

Cerbero se postrará ante poderosa figura,
Pero ya lo cruzaste, y ¡Oh Arán!
Caronte no te manda barca alguna.

Ya no abrumarás con tal pie ciclópeo al perrillo adolescente
Y Eco no reproducirá tus hoscos ladridos de hielo.

Ya no recibirás a tan fiel amigo
Que creía inexpugnable tu escarpada cima de pelo.

Ya escarabajos y hormigas derriten tus nieves casi perpetuas,
En tu lecho de hierba, arena y tierra sienas.

¡Oh Arán! Siempre separados:
ayer por la puerta enrejada,
hoy por la muerte serena.

Enrique Adrados Maestre. Huelva, noviembre de 1997

ELEGÍA AL GATO



A ti, que andabas suelto por los balcones,
corriendo siempre tras los ratones

de mis zapatos.

- ¡Oida Voda,
que no te metas en los tomates
ni en la albahaca!
- ¡Oida Voda,
no me despiertes con tus besitos
cada mañana.

A ti.
Me recibías cada visita ya en la escalera
Y me alegrabas con los saltitos
Y con tus juegos la tarde entera.

- ¡Estate quieto, no me molestes!
¡Vete de aquí! ¡Raus!
¡Raus!
¡Que no me brinques, que no me corras!
- Ahora me escondo en un calcetín ¡Miau!
¡Miau!

Ingenuo enano con rabo rojo y el pelo cano,
dientes de leche, carita china
merodeando por la cocina. ¡Cuántas veces
te dijeron!:
- ¡Ay! Monchito, pórtate bien que te voy a regalar.
¡Ay! Gatito, qué penita, ya no te puedo cuidar.

A ti, gato travieso.
Ya no desarmas las cosas,
y no cazas abejitas ni persigues mariposas.
Ahora estás tranquilito.

- ¡Oida Voda!,
que te han matado, lindo gatito,
¡qué mala suerte!
¡Oida Voda!,
que te me has ido con el verano
ya para siempre.

A ti, testigo último de confesiones…
y no es su cama ni en sus canciones,
quiero decirte:
Con el verano nos fuimos
¡Maldita sea! ¡Confiésalo!
Sin molestias queda ella
Y sin su amor quedo yo


Enrique Adrados Maestre, Salzburg, 23 de agosto de 2004


El Castillo

Veo un castillo,

un castillo con siete almenas,

siete almenas que despuntan

en un cielo triste y gris.

En la frente, tras el foso,

una gran puerta de hierro,

con cuatro goznes que dicen:

-¡No pasareis por aquí!




Enrique Adrados Ayamonte 1995

ROMANCE OSCURO DEL CAMINANTE

Llanura, sólo llanura,

desierto, sólo desierto.

Camino de polvo y polvo,

y arena…y arena ardiendo.


-Dejadme llegar al menos

al horizonte despierto,

en los pies se me amontona

en las pupilas lo tengo.

¡Saliva y agua!, ...camino.

¡Saliva y agua!, desierto.

Calor y viento en la frente,

garganta con un aliento.

- ¡Dejadme llegar al menos

al horizonte despierto!

Horizonte de la noche

que apague este sufrimiento.

- Sigue la senda de bronce

bruñido, pálido y seco.

¿Por qué quedar en silencio

oscuro de cementerio

si la distancia me aguarda

con sonrisa de lo incierto?

¡Dejadme, sólo dejadme!

¡Azul y verde he de verlo!

cascadas de manantiales,

retamal, pino y romero.

pechos blancos de mujeres

bañaditos en espliego…

¡Consentidme que me guíe

por la luz de mi lucero!!

…Pero que oscura es la noche

sin lunar del firmamento,

qué triste la madrugada

del que camina sin verlo.

¡ cómo grazna el pajarillo

con sollozo de un arpegio!

- ¿No lo oyes…?

Todo está negro, muy negro.


Enrique Adrados Maestre. Madrid, 21 de octubre de 2004

¡La verdad!



¿Qué verdad es la verdad más infinita de las cosas?

Esa verdad intangible que se busca en horizontes

rojos y perdidos en el rincón de todos los sitios,

o de algunos que lucen mucho antes de ser vistos.

Es el lugar aspirado por la sombra última.

Es la conquista suprema de las cosas soñadoras,

la religión discutible y buscadora de lo eterno.

Cualquier perseguidor es perseguido en los intentos.

Cualquier mitigador es arrastrado y condenado casi

tanto y tan lejos como sus celosos secretos.

¿A dónde se mira al vislumbrar su hermosura radical?

¿qué es lo que suena en sus tonos azules y claros…?

Y sabes que no la tocarás, ni te tocará, porque es de la

dimensión abstracta, de la realidad del ojo confundido

y del oído imperfecto.


Madrid 30/01/2005

La adivinanza de la juventud postrera


Querido amigo, quisiera explicarte,

aquella felicidad constante

de mi juventud postrera:

Por detrás y por delante,

en tirantas y con guantes,

por doquiera que mirase,

encontrábase mi vista

con porrazos sin herida,

del hombre que nace y crece

hablando en algarabía.


Huelva, noviembre de 1997

Azul


La mar no estaba calmada:

desde la orilla

latigazos de agua fría.

No lo estaba,

la mar no estaba calmada:

su brisa, siempre silbando,

despuntaba agudos labios,

torbellinos oceánicos

de tremenda marejada.


No lo estaba,

la mar no estaba calmada:

en plancha chocaban olas

sobre la arena marina

(espumosas pinceladas

sobre pálida tez fina).

Cielo espejo, cielo plomo,

cubierto cielo de espuma.

desde la orilla,

vi dos mares que se unían,

uno a otro, otro a si.

Cielo espejo, cielo plomo,

Cubierto cielo de espuma.

Uno etéreo,

otro indómito y celeste,

del uno al otro confín.

Cielo espejo, cielo plomo,

mar reflejo, ¡sube a bordo!.


Huelva 1996 Enrique Adrados

al rojito higo chumbo


Al rojito higo chumbo,

o a la tunera madura

y a los bichitos que pueblan con seriedad y mesura...



Hoy debo salvar mi puesto, el de hijo de Natura.

unirme al vuelo del pájaro,

cabalgar por la llanura.

Deseo cantarle a la madre,

a mi madre no ya pura,

única madre llorosa y no la del santo cura.

-¡que guarde su verborrea

dentro de una sepultura!

-Beatus ille…! Dijera.

-¡Dichoso aquel…!,

con cordura.



Huelva 1997, Enrique Adrados

Seguidillas



A Marion Hohla



Colorado es tu pelo,

caricia suave,

dos trenzas que me atan

fuerte en tu talle.


Perfumado tu cuello,

sueño en el aire

de magnolia y lavanda,

gimen las tardes.


Madrid 29/10/2004

Cuatro poemas de amor


A Marion Hohla

I

Cálido viento del norte

trajo para mi el verano.

¡Niña! Tu sonrisa

me la llevo de la mano.

La poesía, tus labios

¡Ay! Niña,

y tus ojos claros.


II

No nos mires, luna clara,

celosa de amor.

Tu luz entre la penumbra

me deja ver su figura,

el silencio y el calor.


III

Pasará el verano

y llegará el invierno.

¡Oh! Viento del norte

y tú luna celosa, no os

marchéis sin dejarme

los besos de su boca…


IV

Ella soñaba, y al poeta veía.

Yo soñaba que soñaba

una hermosa melodía.

Y era verano,

y en nuestras vidas

una eterna primavera

había comenzado a soñar.




Madrid, julio de 2003

La Radio Antigua


Llamada así por todos

los familiares:

Podía referirse a ella

mi madre en horas de melancolía

y recuerdos de la niña que fue

y que yo con gusto compartía.

Ahora, evocando los tiempos pasados

-aun la abuela vivía-

me veo:

-¿por qué no funciona?.

-La radio se rompió viniendo de

Marruecos, durante la larga travesía.

Allí estaba, ya muda

y resaltaba.

Jugaba yo con ella a escondidas,

indagando por los viejos botones y sus

entrañas, donde su mansión tenía el polvo,

y las arañas zancudas tejían su blanco hilo

encantador.

De carcasa dilatada y laderas carcomidas.

Era toda su sesera silueta corrompida.

El corazón con calambres,

intestinos de bobinas,

y la boca amordazada, tela parda destruida.

Tumba muda ya cansada

de lo crudo de la vida.

De la escena cotidiana compañera matutina

y noctámbula sincera de sus dueños,

polvorienta, callada, vespertina.

Fue miembro ella de mi vida temprana y

poesía de vereda cercana,

¡cuánta vida!.

¡cuántas verdades diría

e historias y cuentos

y mil una boberías!

-¿cuántas veces entonaste la preciosa melodía?.

Y ventrílocua que fuiste

de un millón de algarabías

aun llegando tu silencio-.

¡A ti, a ti mi radio enmohecida,

lápida de los mecenas

que no saben que tu muerte

es lo mismo que la vida!

Hoy, entre cartones encerrada,

esperando al erudito que sepa devolverle

su antigua voz, ronca desgastada,

-mi radio antigua, descansa,

el compromiso no tarda-.



Huelva marzo de 1998 Enrique Adrados

jueves, 27 de diciembre de 2007

A Platero


Una y una dos
dos y dos son tres.

El pobre burrito
contaba al revés.

-¡No se lo sabe!
-¡Si me lo se!
-Usted nunca estudia, ¡dígame por qué!
-Cuando llego a casa no puedo estudiar,
mi amo es muy pobre ¡hay que trabajar!
trabajo en la noria todo el santo día...
¡No me llame burro profesora mía!