domingo, 30 de diciembre de 2007

Azul


La mar no estaba calmada:

desde la orilla

latigazos de agua fría.

No lo estaba,

la mar no estaba calmada:

su brisa, siempre silbando,

despuntaba agudos labios,

torbellinos oceánicos

de tremenda marejada.


No lo estaba,

la mar no estaba calmada:

en plancha chocaban olas

sobre la arena marina

(espumosas pinceladas

sobre pálida tez fina).

Cielo espejo, cielo plomo,

cubierto cielo de espuma.

desde la orilla,

vi dos mares que se unían,

uno a otro, otro a si.

Cielo espejo, cielo plomo,

Cubierto cielo de espuma.

Uno etéreo,

otro indómito y celeste,

del uno al otro confín.

Cielo espejo, cielo plomo,

mar reflejo, ¡sube a bordo!.


Huelva 1996 Enrique Adrados

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