Al rojito higo chumbo,
o a la tunera madura
y a los bichitos que pueblan con seriedad y mesura...
Hoy debo salvar mi puesto, el de hijo de Natura.
unirme al vuelo del pájaro,
cabalgar por la llanura.
Deseo cantarle a la madre,
a mi madre no ya pura,
única madre llorosa y no la del santo cura.
-¡que guarde su verborrea
dentro de una sepultura!
-Beatus ille…! Dijera.
-¡Dichoso aquel…!,
con cordura.
Huelva 1997, Enrique Adrados
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