…Y cuando te quedes dormida,
explícame, en tus silencios, profundos
de melodías, aquella que te desnuda.
Desgránala nota a nota, viento a viento,
Clima a clima y hazla apasionante tuya.
Acércala a estas manos abiertas y suaves
Y entrégala toda, que yo la tomaré ingenuo,
Pero el vigor será presente.
domingo, 30 de diciembre de 2007
....Y cuando te quedes dormida
¡Denegada!
Dos formas de expresión hallo para estos versos:
Hoy me encuentro denegado para insistir,
hoy me levanto rechazado,
mejor me acuesto.
Hoy me niegan lo que soy
sin yo haberme conocido.
Hoy me encuentro denegado para el triunfo
y para el fracaso.
Hoy la esperanza del pájaro se agota,
hoy la belleza se aleja de mi.
O bien:
¡Hipócritas banqueros ajenos a los sueños!
¡Malversadores del sonido de la primavera!
¡Ignorantes del patrimonio de las almas!
¡Perdedores del testimonio de mi conciencia!
¡Clones pervertidos con corbata!
¡Negadores omniscientes del pecado!
¡Moradores del Olimpo del engaño!
¡Desleales teóricos del Parnaso!
¡Trepadores a costa de quien sea!
¡Muñecos parlanchines con “reaños”!
¡Ciegos por naturaleza humana!
¡Sordos del dolor del aquejado!
¡Religiosos con sotana hecha a medida!
¡Pirómanos rodeados de papel!
¡Magos con chistera en los bolsillos!
¡Firmantes desprovistos del pincel!
¡Aspirantes a gurús de vuestras sectas!
¡Enemigos de los sabios milenarios!
¡Tristezas en vuestras caras de mecenas!
¡Calaña con gomina y guantes blancos!
Enrique Adrados Salzburg, 1/10/2005
Recuerdo
Recuerdos de otros tiempos
que fuisteis míos,
hoy son recuerdos…
Madera vieja, techos altos
encalados,
azoteas soleadas y herramientas de
orfebre con herrumbre.
Casa familiar de antaño, del pueblo
con casas blancas y bajas.
Pan, leche fresca desde el umbral.
La penumbra y aliento frío en la garganta
de habitaciones sin puertas.
Y en el salón oscuro, la vieja toda enlutada
sentada en la mecedora.
Su reloj se había parado, sólo un susurro al hablar
y las profundas arrugas de la cara.
-¡anda a jugar al taller!
Taller familiar con olor a pino que se
moría en el olvido.
Para mi, todo un mundo a descubrir.
Pajarillos enjaulados y virutas en el suelo
de un ataúd que pudieron ser. Y la escalera
de piedra enmohecida que nunca supe a qué conducía.
Yo quería reencarnarme en ese hombre y
sentirme parte de mi imaginación.
Porque yo siempre estaba solo, ¿solo?
Era un niño igual que yo el que me acompañaba en mi silencio
vivido que encerraba aquella casa. Es el hombre mismo
hecho conmigo “el que camina a mi lado sin yo verlo”
Enrique Adrados Maestre. Salzburg, 21 de octubre de 2005
Experencia Juanramoniana
- Y anoche, ¿dónde estabas…?
- Después de leer los versos
noté que él me miraba.
- Y antes, ¿Dónde estabas?
- Hallé entre las palabras
aquella que sostenía
más dulce, su esquivo
corazón de estambre.
Pero luego sentí
como sutil y placentera traición,
cómo llegó a clavarse,
hasta notar la mano, su suave
y ardiente espada en mi
desnudo costado al viento.
Quise entonces moverme, hasta que
el último dolor de mis entrañas
tocara su deliciosa y afilada punta
de plata, y recorrer así una eterna agonía
en compañía de mi soledad clavada.
Enrique Adrados Salzburg 4/12/2005
Elegía
A Juan Diego Aguilera Gómez
( A esta tarde triste y fría
no quisiera haber llegado.
A este dolor en el pecho
que me aprieta y que me amarga…
A este silencioso cuarto)
Solamente palabras me acompañan,
solamente recuerdos me alimentan.
Me hundo en este lecho donde escribo
lo que nunca debía haber sido…
lo que siempre se espera muy lejano.
¿Cómo se huye de estas lágrimas vanas?
¿Cómo curar tus heridas abiertas
que me queman el alma, que me queman?
¡Solamente palabras me acompañan!
¡Solamente el recuerdo me alimenta!
Increpo el sacrificio y tu coraje
y a los celos que hoy la vida te reprocha.
¡Devuélveme la música de tus manos!
Quiero oírte cantar de nuevo al viento
desenterrando nuestros sueños que hoy me apenan,
desmembrando tu tesoro en mis entrañas.
Tengo fuego en la garganta que te grita
con la pasión suprema de un hermano.
He de sufrir tu muerte en este día
Y clamo desde el silencio por tu nombre
Enrique Adrados Maestre Madrid, 2 de noviembre de 2004
ELEGÍA AL PERRO DE UN AMIGO
A Unay Robles Febrer
A ti, Arán, a tan noble perro,
ELEGÍA AL GATO
A ti, que andabas suelto por los balcones,
de mis zapatos.
Enrique Adrados Maestre, Salzburg, 23 de agosto de 2004
El Castillo
ROMANCE OSCURO DEL CAMINANTE
Llanura, sólo llanura,
desierto, sólo desierto.
Camino de polvo y polvo,
y arena…y arena ardiendo.
-Dejadme llegar al menos
al horizonte despierto,
en los pies se me amontona
en las pupilas lo tengo.
¡Saliva y agua!, ...camino.
¡Saliva y agua!, desierto.
Calor y viento en la frente,
garganta con un aliento.
- ¡Dejadme llegar al menos
al horizonte despierto!
Horizonte de la noche
que apague este sufrimiento.
- Sigue la senda de bronce
bruñido, pálido y seco.
¿Por qué quedar en silencio
oscuro de cementerio
si la distancia me aguarda
con sonrisa de lo incierto?
¡Dejadme, sólo dejadme!
¡Azul y verde he de verlo!
cascadas de manantiales,
retamal, pino y romero.
pechos blancos de mujeres
bañaditos en espliego…
¡Consentidme que me guíe
por la luz de mi lucero!!
…Pero que oscura es la noche
sin lunar del firmamento,
qué triste la madrugada
del que camina sin verlo.
¡ cómo grazna el pajarillo
con sollozo de un arpegio!
- ¿No lo oyes…?
Todo está negro, muy negro.
Enrique Adrados Maestre. Madrid, 21 de octubre de 2004
¡La verdad!
¿Qué verdad es la verdad más infinita de las cosas?
Esa verdad intangible que se busca en horizontes
rojos y perdidos en el rincón de todos los sitios,
o de algunos que lucen mucho antes de ser vistos.
Es el lugar aspirado por la sombra última.
Es la conquista suprema de las cosas soñadoras,
la religión discutible y buscadora de lo eterno.
Cualquier perseguidor es perseguido en los intentos.
Cualquier mitigador es arrastrado y condenado casi
tanto y tan lejos como sus celosos secretos.
¿A dónde se mira al vislumbrar su hermosura radical?
¿qué es lo que suena en sus tonos azules y claros…?
Y sabes que no la tocarás, ni te tocará, porque es de la
dimensión abstracta, de la realidad del ojo confundido
y del oído imperfecto.
Madrid 30/01/2005
La adivinanza de la juventud postrera
Azul
La mar no estaba calmada:
desde la orilla
latigazos de agua fría.
No lo estaba,
la mar no estaba calmada:
su brisa, siempre silbando,
despuntaba agudos labios,
torbellinos oceánicos
de tremenda marejada.
No lo estaba,
la mar no estaba calmada:
en plancha chocaban olas
sobre la arena marina
(espumosas pinceladas
sobre pálida tez fina).
Cielo espejo, cielo plomo,
cubierto cielo de espuma.
desde la orilla,
vi dos mares que se unían,
uno a otro, otro a si.
Cielo espejo, cielo plomo,
Cubierto cielo de espuma.
Uno etéreo,
otro indómito y celeste,
del uno al otro confín.
Cielo espejo, cielo plomo,
mar reflejo, ¡sube a bordo!.
al rojito higo chumbo
Al rojito higo chumbo,
o a la tunera madura
y a los bichitos que pueblan con seriedad y mesura...
Hoy debo salvar mi puesto, el de hijo de Natura.
unirme al vuelo del pájaro,
cabalgar por la llanura.
Deseo cantarle a la madre,
a mi madre no ya pura,
única madre llorosa y no la del santo cura.
-¡que guarde su verborrea
dentro de una sepultura!
-Beatus ille…! Dijera.
-¡Dichoso aquel…!,
con cordura.
Huelva 1997, Enrique Adrados
Seguidillas
Cuatro poemas de amor
A Marion Hohla
I
Cálido viento del norte
trajo para mi el verano.
¡Niña! Tu sonrisa
me la llevo de la mano.
La poesía, tus labios
¡Ay! Niña,
y tus ojos claros.
II
No nos mires, luna clara,
celosa de amor.
Tu luz entre la penumbra
me deja ver su figura,
el silencio y el calor.
III
Pasará el verano
y llegará el invierno.
¡Oh! Viento del norte
y tú luna celosa, no os
marchéis sin dejarme
los besos de su boca…
IV
Ella soñaba, y al poeta veía.
Yo soñaba que soñaba
una hermosa melodía.
Y era verano,
y en nuestras vidas
una eterna primavera
había comenzado a soñar.
Madrid, julio de 2003
La Radio Antigua
Llamada así por todos
los familiares:
Podía referirse a ella
mi madre en horas de melancolía
y recuerdos de la niña que fue
y que yo con gusto compartía.
Ahora, evocando los tiempos pasados
-aun la abuela vivía-
me veo:
-¿por qué no funciona?.
-La radio se rompió viniendo de
Marruecos, durante la larga travesía.
Allí estaba, ya muda
y resaltaba.
Jugaba yo con ella a escondidas,
indagando por los viejos botones y sus
entrañas, donde su mansión tenía el polvo,
y las arañas zancudas tejían su blanco hilo
encantador.
De carcasa dilatada y laderas carcomidas.
Era toda su sesera silueta corrompida.
El corazón con calambres,
intestinos de bobinas,
y la boca amordazada, tela parda destruida.
Tumba muda ya cansada
de lo crudo de la vida.
De la escena cotidiana compañera matutina
y noctámbula sincera de sus dueños,
polvorienta, callada, vespertina.
Fue miembro ella de mi vida temprana y
poesía de vereda cercana,
¡cuánta vida!.
¡cuántas verdades diría
e historias y cuentos
y mil una boberías!
-¿cuántas veces entonaste la preciosa melodía?.
Y ventrílocua que fuiste
de un millón de algarabías
aun llegando tu silencio-.
¡A ti, a ti mi radio enmohecida,
lápida de los mecenas
que no saben que tu muerte
es lo mismo que la vida!
Hoy, entre cartones encerrada,
esperando al erudito que sepa devolverle
su antigua voz, ronca desgastada,
-mi radio antigua, descansa,
el compromiso no tarda-.
Huelva marzo de 1998 Enrique Adrados