jueves, 24 de enero de 2008

La canción Napolitana


¿Qué nos encontramos detrás de una canción? Y sobre todo, ¿qué hay detrás de esas que solemos denominar “música ligera”?.

Marcel Proust decía “su lugar, nulo en la historia del arte, es inmenso en la historia sentimental de la sociedad.” Y añadía: -“El respeto, no digo el amor, a la mala música no es sólo una forma de lo que se podría llamar la caridad y el escepticismo del gusto sino también la conciencia de su importancia social”

Una breve revisión histórica es suficiente para comprender que las raíces de la canción actual napolitana se remontan a la tradición de la canción clásica partenopea –perteneciente a Nápoles-. A partir de allí, esta canción recorrerá el mundo, gracias al fenómeno llamado de trasvase y dejando ver su trascendencia mucho más allá del punto geográfico original. Algo similar a lo ocurrido con nuestro flamenco.

Ayer mismo en Radio 5 Todo Noticias de RTVE pude escuchar en uno de sus espacios dedicado a diferentes versiones de una misma canción, una fea versión, a mi juicio, y por supuesto muy inferior a la original de Domenico Modugno, de Nel blu, dipinto di blu, más conocida por Volare, que, sin embargo, la retuve en forma de silbido durante gran parte del día.

La anécdota manifiesta cierto plus democrático inherente a la música ligera. Las melodías populares, en su concepto de”música difundida” y que no establece jerarquía alguna, también llamada por algunos autores mesomúsica, son de todos, las malas y las buenas, por mucho que le pese a determinados críticos que se enfundan en un “buen gusto” aristocrático.

Los usos de una canción pueden ser triviales e incluso a contramano de su significado verdadero, pero no deben ser desatendidos. Las canciones adquieren vida propia que las vuelve autónomas no sólo de las propósitos originales de su compositor o intérprete, sino incluso, hasta cierto punto, de las discográficas que se encargan de enlatarlas en serie. Nadie sensato negaría los dispositivos del capitalismo a ultranza, tan transparentes como saben revelarse en el pantanoso territorio de la música ligera. Pero se debe otorgar algo de autonomía a nosotros los consumidores, ocupados como estamos en dirigir nuestras vidas, aún en el centro del estómago de la publicidad, el marketing y la propaganda. Porque nosotros somos, en última instancia, quienes nos adueñamos de esas canciones que, a veces con culpa, no dejamos de tararear. Música pegadiza, si, que a veces se adhiere a nuestras meninges como una cancioncilla boba que no nos deja en paz. Pero es que a veces, un par sencillos versos, una melodía atractiva bastan para abrir las puertas de la percepción.

Esta música expresa a veces mejor que cualquier otra el acaecer de una sociedad. Se convierte en un espejo de costumbres que nos narra una cotidianeidad que en ocasiones escapa a los historiadores. Porque por suerte la única autonomía que le es denegada es la del contexto, la de su circunstancia al ver el mundo. Los entresijos del capitalismo la convierten de dominio público, pero me atrevo a decir que toda buena canción siempre se ha anticipado a las condiciones de multinacionales y conglomerados mediáticos. Su existencia es más simple y más verdadera, su sentimentalismo, mas inmediato, su filosofía –no siempre conservadora, como creen sus detractores-, más transparente, y su mensaje más franco.

Canciones que nos narran una historia en unos versos excelsos o espantosos. Canciones que suelen tener una historia curiosa de gestación. Pero sobre todo, canciones que nos permitan advertir la Historia con mayúsculas, no la de los grandes hechos, las batallas y los ilustres, sino la tan cercana y enigmática de nuestros quehaceres diarios y de lo que nos une a los demás.

Dentro de la riqueza de la cultura del pueblo en el Mediterráneo, la música popular italiana se merece una sección aparte. Italia fue siempre un país admirable por su estima hacia la música tradicional, por su culto a la lírica y por su especial manera en el tratamiento de las voces. Igualmente, el sur de Italia se muestra como una de las zonas más exuberantes en este sentido, gracias a su estratégica situación de encuentro de mares y civilizaciones.

La canción napolitana es la música de un pueblo y de una tradición que sin embargo llega a conmover a todos porque es universal. Ellas cantan así al amor o a la belleza de la tierra donde nació, porque ese es su estilo. Unas maneras que ocupa un lugar importante en el corazón de los cantantes y aficionados. Un género eterno, como los sentimientos que expresan sus textos, porque al final, son eternos sentimientos lo que transmite e ilustra toda poesía. Herencia son el bolero y el tango, cuyos orígenes la canción partenopea ha tenido mucho que ver.

Míticos nombres de la lírica –casi siempre tenores- como Enrico Caruso, Tito Schipa, Mario del Mónaco, Giuseppe Di Stefano, y más recientemente Pavarotti y Jaime Aragall, han hecho suyas los grandes éxitos de la canción napolitana por su carácter desenvuelto y expansivo, y han sabido dar a estas melodías toda la frescura y espontaneidad que el género exige. Todo el calor, la pasión y los timbres del Mediterráneo.

Recordemos ahora unas palabras de dos de los más grandes tenores de la historia como han sido Giuseppe Di Stefano y Mario del Mónaco en alusión a nuestro tema:

Para el arte del canto hacen falta, por ende, dos instrumentos, la voz y la expresión: como dos grandes ríos que brotan de dos fuentes distintas, pero confluyen en uno solo en el mágico momento de la representación teatral o de la ejecución concertística de una pieza clásica o de una canción napolitana (esta última, además, constituye el banco de prueba de todos los grandes cantantes). Porque el arte del canto consiste justamente en colorear la palabra con expresión, dominando el propio instrumento natural, la voz.

G. Di Stefano

Las napolitanas requieren un esfuerzo más grande que las arias de ópera, porque requieren cantar a corazón abierto, porque la napolitana responde a un tipo de música con un potencial que te llega a poner la piel de gallina.

M. del Mónaco




Enrique Adrados Maestre

Madrid, 2005



1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena descripción de la música napolitana. Continúa así. Saludos